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domingo, 21 de septiembre de 2014

Esperar = amar / Obra de la espera

Hay una escenografía de la espera: la organizo, la manipulo, destaco un trozo de tiempo en que voy a imitar la pérdida del objeto amado y provocar todos los efectos de un pequeno duelo, lo cual se representa, por lo tanto, como una pieza de teatro.

El decorado representa el interior de un cafe: tenemos cita y espero.




En el Prólogo, único actor de la pieza (como debe ser), compruebo, registro el retraso del otro; esa demora no es, todavía mas que una entidad matematica, computable (miro mi reloj muchas veces); el Prólogo concluye con una acción súbita: decido "preocuparme", desencadeno la angustia de la espera. Comienza entonces el primer acto; esta ocupado por suposiciones: ¿y si hubiera malentendido sobre la hora, sobre el lugar? Intento recordar el momento en que se concreto la cita, las precisiones que fueron dadas. ¿Qué hacer (angustia de conducta? ¿Cambiar de café? ¿Hablar por teléfono? ¿Y si el otro llega durante esas ausencias? Si no me ve lo más probable es que se vaya, etc. El segundo acto es el de la cólera; dirijo violentos reproches al ausente: "Siempre igual, él (ella) habría podido perfectamente...", "Él (ella) sabe muy bien que..." ¡Ah, si ella (él) pudiera estar allí, para que le pudiera reprochar no estar allí! En el tercer acto, espero (¿obtengo?) la angustia absolutamente pura: la del abandono; acabo de pasar en un instante de la ausencia a la muerte; el otro está como muerto: explosión de duelo: estoy interiormente lívido.




Así es la pieza; puede ser acortada por la llegada del otro; si llega en el primero, la acogida es pasible; si llega en el segundo hay "escena", si llega en el tercero, es el reconocimiento, la acción de gracias: respiro largamente, como Pelléas saliendo del túnel y reencontrando la vida, el olor de las rosas.





Rolland Barthes. Fragmentos de un discurso amoroso. 1977. Siglo XXI editores. La Espera. Pág. 123-124.

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