Noé labriego, comenzó a plantar una viña, se embriagó
y se desnudo dentro de su tienda.
Cam, padre de Canán, vió la desnudez de su padre
y habló con sus hermanos, que estaban afuera.
Sem y Jafet tomaron un manto y poniéndoselo sobre sus hombros
retrocedieron de espaldas a su padre y cubrieron su desnudez.
Con el rostro vuelto, no vieron la desnudez de su padre.
(Libro del Génesis, IX, 20-23).
La embriaguez de Noé (Ebbrezza di Noé). Miguel Ángel, 1509. Fresco. Renacimiento.
Capilla Sixtina.
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El real es la imposibilidad de que a toda verdad corresponda su saber, es decir, lo demostrable de aquello en lo cual ella es verdadera. De este modo el padre real, es el real del padre, es decir, aquello que se llega a intuir de la imposibilidad de saber, que concierne a lo verdadero de la paternidad.
Mater certissima, Pater semper incertus.
(...) es incertus en cuanto a lo que se puede probar en un saber explicativo. (...)
El real, decía Lacan, es "la imposibilidad de demostrar lo verdadero en el registro de una articulación simbólica", no de decir lo verdadero sino de demostrarlo mediante un saber articulable.
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No se puede decir, en efecto: "Yo soy hijo o hija de un espermatozoide" (así nos lo enseñan la lengua)
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Dios engendra porque se lo nombra y se le reza con ese nombre de Padre, y no a la inversa; es la paternidad la que norma la generación y no a la inversa.
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El padre real para el hijo es el hombre de una mujer.
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El niño tiene un padre real en la medida en que este hombre ha hecho de una mujer, de ésta a la que yo llamo mamá, la causa de su deseo y el objeto de su goce (...) la única garantía real de la función paterna es la de un hombre vuelto hacia una mujer (habitualmente la madre. ¡pero no siempre!) que es la causa de su deseo.
Phillipe Jullien. El manto de Noé. Ensayo sobre la paternidad. Alianza Editorial. 1993.